Artículo
Día Internacional de las Personas Mayores
2024
Desde 1990, el primero de octubre de cada año, esta conmemoración busca reconocer y honrar la contribución de las personas mayores en nuestras sociedades. Asimismo, se enfoca en destacar las oportunidades y los retos relacionados con el envejecimiento demográfico en todo el mundo.
Envejecer es un proceso multidimensional por el que transitan todos los seres humanos. Sin embargo, la vejez es diferente para cada persona e implica cambios biológicos, psicológicos y en ocupación laboral, entre otros, que impactan la vida cotidiana. En Colombia, según proyecciones del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), se estima que en 2024 el país contará con 7,8 millones de personas mayores, lo que representa el 15% de la población. Esta cifra seguirá en aumento y para 2030 se prevé que alcanzará el 17,4%, lo cual plantea importantes retos en términos de políticas públicas y servicios para garantizar los derechos de esta población.
Teniendo en cuenta la influencia del contexto y el entorno en el proceso de envejecimiento, es importante considerar el impacto del conflicto armado colombiano en las condiciones de vida de las personas mayores en nuestro país. Los datos del Registro Único de Víctimas (RUV) y las proyecciones de población del DANE indican que cerca del 18% de la población del país ha sido afectada por hechos como el desplazamiento forzado, amenazas y homicidios. Estas experiencias han alterado significativamente sus trayectorias de vida, obligándolos a abandonar las prácticas y costumbres habituales que solían ser la base de su productividad económica y su preparación para la vejez.
Actualmente, más de 1,4 millones de personas mayores están registradas como víctimas del conflicto armado, lo que equivale al 15% del total de víctimas en el país incluidas en el RUV,Esta cifra aumenta continuamente, no solo por el envejecimiento de la población, sino también porque el conflicto armado sigue afectando a individuos y comunidades en diversas regiones.
Lo anterior evidencia la necesidad de desarrollar estrategias específicas para atender y garantizar sus derechos como víctimas, incluyendo la reparación, teniendo en cuenta las necesidades y vulnerabilidades sociales y económicas que se derivan de los hechos victimizantes que han sufrido.
Por otro lado, 432.423 personas incluidas en el RUV reportan haber sido afectadas por el conflicto armado cuando tenían 60 años o más. Sufrir un hecho victimizante en esta etapa de la vida no solo implica tener que abandonar los hogares que construyeron a lo largo de su vida o su forma de vivir y subsistir, sino también la pérdida de seres queridos, sus territorios y vida cotidiana.
Además de las consecuencias a nivel individual y familiar, existen impactos colectivos. Para las comunidades étnicas y campesinas, la afectación de las personas mayores tiene un impacto diferencial y desproporcionado, al fragmentar el tejido social y poner en riesgo la continuidad de tradiciones y conocimientos que están bajo el liderazgo de las y los mayores.
También vale la pena mencionar las dificultades en el acceso a derechos fundamentales que garanticen condiciones de vida digna de las personas mayores, entre estos el derecho a la pensión. Según la Encuesta de Hogares del DANE de 2022, en Colombia un 40,9% de los hombres no víctimas accedieron a la pensión y un 22,4% de las mujeres no víctimas lo hicieron. En este derecho es posible también observar una brecha de género. Esto se debe, entre otros asuntos, a las brechas que existen entre hombres y mujeres para el acceso al mercado laboral remunerado, la mayor ocupación de las mujeres en el trabajo y la economía del cuidado, y una inserción mayoritaria de las mujeres en sectores de baja productividad. Esto último se traduce en menores salarios durante la vida laboral (Quiroga Camacho Soraya, 2021).
Esta brecha de género frente al acceso a la pensión es aún más amplia para las personas mayores que han sido afectadas por el conflicto armado, ya que según las proyecciones de la Encuesta de Hogares del DANE para 2022, la brecha de género es del doble entre hombres y mujeres víctimas del conflicto armado pensionadas (hombres víctimas del conflicto armado pensionados 12,4% y mujeres víctimas del conflicto armado pensionadas 6,2%).
Teniendo en cuenta lo anterior, el Gobierno del Cambio viene adelantando acciones y estrategias que contribuyan a que las personas mayores víctimas del conflicto armado tengan una vejez digna. Una de estas es la propuesta de reforma pensional que beneficia en sus distintos pilares a las personas mayores, en específico a aquellas que no han cotizado a pensión. Por otro lado, la Unidad para las Víctimas viene priorizando a las personas mayores en las medidas de atención y reparación integral.
En este contexto, en el Día Internacional de las Personas Mayores, la Unidad para las Víctimas busca visibilizar el impacto del conflicto armado en esta población y reflexionar sobre los desafíos que enfrentan, resaltando la importancia de continuar con los esfuerzos institucionales y sociales para recuperar y mantener su autonomía, preservar su identidad cultural, fomentar su participación activa en la sociedad y tener una vejez digna.
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El impacto en cifras
Datos tomados del Registro Único de Víctimas (RUV), con corte al 01/08/24
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¿Dónde están actualmente?
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¿Dónde fueron afectadas?
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Hechos victimizantes que han afectado a víctimas que eran personas mayores al momento de la ocurrencia
Frente a la proporción de estos hechos, es importante destacar el análisis del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH, 2013). Esta entidad señala que las personas mayores, en general, resisten con mayor intensidad al desplazamiento forzado, enfrentando riesgos significativos como amenazas y confinamiento. Aquellos que no pueden hacerlo sufren un desarraigo profundo, ya que en muchas ocasiones cuentan con menos recursos sociales, físicos y psicológicos para hacer frente a la situación.
La Unidad para las Víctimas ha indemnizado por vía administrativa a
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Padecer el conflicto armado y reconstruir la vida
Impactos generales
Las personas de 60 años o más, afectadas por el conflicto armado, enfrentan impactos en sus dimensiones culturales, emocionales, económicas y sociales. La pérdida de hogares y propiedades y sus territorios, así como la separación forzada de familiares y comunidades, pueden causar desarraigo y soledad, ocasionando problemas de salud agravados por el estrés y la pérdida de redes de apoyo esenciales para su bienestar.
El CNMH (2013) y Colombia Médica (2019) han identificado en las narraciones de algunas personas mayores los diversos impactos del conflicto que han afectado su trayectoria vital:
- A diferencia de las personas en otras etapas de la vida, experimentan emociones y con una intensidad mucho más fuerte, ya que el tiempo para reconstruir el mundo y su sentido se agota.
- Su calidad de vida se deteriora con la llegada a otros entornos donde los cambios de clima, alimentación y la adaptación a nuevos hábitos causan enfermedades y aumentan la sensación de vulnerabilidad e inestabilidad.
- La fractura de los sentidos y valores simbólicos a consecuencia del desplazamiento forzado tiene un impacto mayor que en otros grupos poblacionales, y las estrategias de adaptación de las personas mayores a la vida urbana son más restringidas.
- El terror impuesto por los actores armados paraliza las iniciativas y prácticas comunitarias, y el rol de liderazgo se convierte en un sinónimo de ser blanco de amenazas y persecuciones, limitando la participación política de las personas mayores.
- En casi todas las narraciones se evidencia que el desplazamiento de jóvenes y adultos, igual que la resistencia de las personas a quedarse en sus territorios, genera que tiendan a sostener proyectos de vida familiar y comunitarios.
- Las mujeres mayores, en especial aquellas que quedan viudas, deben asumir intensos oficios y labores para subsistir y mantener unido su hogar, experimentando sobrecargas en su envejecimiento que limitan la preparación para su vejez.
Adicionalmente, el informe de la
subraya que las afectaciones a nivel económico ocasionadas por el conflicto armado se ven agudizadas en personas mayores debido a que los trabajos disponibles en los municipios y ciudades de acogida no cuentan con labores relacionadas con sus conocimientos y prácticas. Esta situación se evidencia en la tasa de ocupación de las víctimas de desplazamiento forzado de 60 años o más, que es del 19,2% para mujeres y del 66,7% para hombres (FSC,2015).
Asimismo, la organización señala que la violencia ha debilitado la participación de las personas mayores en sus comunidades, afectando la transmisión de saberes intergeneracionales. Los asesinatos, la represión cultural y la regulación violenta han impedido la transferencia de conocimientos y el fortalecimiento de las identidades colectivas, especialmente en los pueblos étnicos.
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Impactos del conflicto en las personas mayores de pueblos étnicos
El estatus y el rol social pueden aumentar a medida que se “envejece”, ya que las de más edad son las personas que atesoran la sabiduría y la memoria colectiva que debe transmitirse a los jóvenes para asegurar la reproducción cultural del grupo o pueblo. (Colombia Médica)
Las comunidades étnicas han sufrido desproporcionalmente el conflicto armado, principalmente a través del desplazamiento forzado y la expropiación de sus territorios ancestrales. Según el RUV, el 21,42% de las víctimas mayores de 60 años o más se identifica con alguna pertenencia étnica, siendo las personas afrocolombianas (14,97%) e indígenas (6,03%) las que presentan el mayor porcentaje de victimización:
Para las personas mayores de estas comunidades, las afectaciones representan un doble choque cultural. En primer lugar, el traslado a entornos urbanos implica una transformación significativa en sus prácticas y rutinas diarias, exponiéndolas a costumbres diferentes y a un concepto de privacidad mediado por el uso del dinero. En segundo lugar, este desplazamiento contribuye en la pérdida de la memoria ancestral y del rol simbólico de los adultos mayores dentro de la comunidad, haciendo que su sabiduría y experiencia no sean reconocidas en la nueva cultura en la que se encuentran.
Por ejemplo, el desplazamiento forzado implica un gran reto para el ejercicio del liderazgo social de las personas mayores, pues deben ejercerlo en contextos distintos, donde su capital político y simbólico se ve disminuido por las nuevas lógicas donde deben desenvolverse. (Gómez, 2024)*
Por otro lado, Colombia Médica destaca que, frente a fenómenos como el desplazamiento, las personas mayores de estos grupos pierden su referente esencial: el territorio. Para la población negra o afrocolombiana, indígena, raizal, palenquera, gitana Rrom y campesina, el territorio forma parte integral de su universo cultural y su identidad está intrínsecamente ligada a él.
La separación de las comunidades étnicas y campesinas de sus territorios es uno de los principales factores que provocan rupturas sociales, económicas, organizativas y culturales. El impacto de esta dinámica afecta tanto a nivel individual como colectivo, ya que el deterioro de las personas mayores interrumpe el diálogo intergeneracional, fundamental para la transmisión de conocimientos y prácticas culturales.
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Recordar para no repetir
De acuerdo con los datos del RUV, 43.379 personas mayores han sido víctimas indirectas de homicidio y 7.379 de desaparición forzada.
En su informe Basta ya, el CNMH (2013) recoge diferentes casos que evidencian el sufrimiento de las personas mayores que han padecido el asesinato y la desaparición forzada de familiares cercanos, incluidos sus propios hijos. En esta conmemoración, revisitamos algunos casos que muestran la magnitud del sufrimiento, como un ejercicio de memoria y una invitación a la no repetición:
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La lista de víctimas de la masacre de Trujillo (homicidios, desapariciones y torturas ocurridas entre 1987 y 1994), en el departamento del Valle del Cauca, incluye a diez personas que fallecieron a causa del dolor emocional profundo derivado de la desaparición, tortura y asesinato de sus seres queridos. Todas estas víctimas están conmemoradas en el Parque Monumento de Trujillo, un espacio dedicado a honrar la memoria de quienes sufrieron durante la masacre, y son recordadas en los testimonios de los sobrevivientes, como es el caso del padre de los Vargas, quienes fueron torturados y desaparecidos en 1990:
“Me tocó ver al papá de los Vargas [dos ebanistas torturados y desaparecidos en 1990] sentado en una banca del parque, en la que queda frente a la Alcaldía. Le preguntaban: “¿Y usted qué hace aquí, sentado todo el día? Mire que va a llover, que está haciendo frío, ya está de noche”. “Estoy esperando a mis hijos, siento que en algún momento van a llegar”. Así murió, de pena moral, y se pasó muchos días, mañana, tarde y noche. Eso destruye al que lo está viviendo como al que lo está escuchando”.
El sufrimiento derivado del desplazamiento forzado y la pérdida de viviendas, animales, modos de vida y territorio también se refleja en las memorias del dolor, como lo menciona una de las hijas de María Antonia Fince. María Antonia, de la comunidad wayuu, fue testigo de cómo los paramilitares se llevaron a su hija Margoth para asesinarla. Después de la masacre ocurrida el 18 de abril de 2004, tanto ella como el resto de su comunidad se vieron obligados a abandonar sus hogares:
Bahía Portete, Guajira. Fotografía de Jesús Abad Colorado para el CNMH. Informe General del CNMH
“Que estamos aquí viendo a mi mamá, que estamos con sus pollitos y sus gallinas, ella quedó así […], ya ella no habla […], ella me decía cuando estaba consciente, el año antepasado, antes de la caída, ella no habló más después de la caída, pero cuando ella caminaba ella me decía: “Qué hacemos en casa ajena […]” ella misma me decía y eso que ella estaba en la casa de su nieta, pero ella decía: “Esta no es mi casa, ¿dónde están mis pollos?, ¿dónde están mis chivos?, ¿dónde están mis burros?” A mí me da una cosa cada vez que ella decía así, que dónde estaban sus animales, que dónde estaban sus totumitas [vasijas], ella murió hablando de sus chivos y de sus gallinas […]”.
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Memorias de dignidad
La lucha contra el olvido, un homenaje a quienes ya no están.
“La memoria se debe hacer en medio de la guerra para detenerla, denunciarla, reclamar, transformar y construir paz” (CNMH,2021)
Al tiempo que las personas mayores han sido victimizadas en medio del conflicto armado, también se han consolidado como sujetos políticos. Quienes eran líderes y lideresas, a pesar de las dificultades experimentadas en medio de la violencia, han mantenido, no sin obstáculos, sus liderazgos. Adicionalmente, algunas y algunos que ejercían roles de liderazgo se convirtieron en ejemplos de lucha y dignidad.
Hoy les hacemos memoria y les honramos a través de sus historias. Por ser impulsores de la memoria y del reconocimiento de las víctimas del conflicto armado, sus vidas son un legado de resistencia contra el olvido.
Fuente: Fundación Paz y Reconciliación
Raúl Carvajal (q.e.p.d.)
“Él fue mandado a asesinar porque no quiso ejecutar a dos jóvenes en Norte de Santander para hacerlos pasar como guerrilleros en combate”.
Don Raúl fue el padre de Antonio Carvajal Londoño, un militar asesinado el 8 de octubre de 2006. Semanas antes, Antonio había llamado a su padre para expresarle su preocupación y manifestar su deseo de abandonar el Ejército, ya que había recibido órdenes de ejecutar extrajudicialmente a civiles, lo que se conoce como ‘falsos positivos’, una campaña que medía el éxito militar en función del número de guerrilleros abatidos en combate y que cobró la vida de 6.402 personas.
El Ejército informó que Antonio murió en combate en el municipio de El Tarra, en la región del Catatumbo. Sin embargo, don Raúl descubrió que dicho enfrentamiento nunca ocurrió.
Además, cuando recibieron el cuerpo, el ataúd estaba completamente sellado y les negaron verlo. Después de exigir su derecho, don Raúl y su hermana Doris lograron abrir el ataúd y observaron que Antonio tenía marcas de lazos en sus muñecas y que los orificios de bala eran pequeños, señales claras de irregularidades. Años después, el Ejército se comunicó con don Raúl para informarle que los restos de su hijo serían exhumados y trasladados a una fosa común.
Desde entonces, don Raúl decidió compartir la historia de su hijo con el país. Emprendió una travesía de memoria, recorriendo varios pueblos con destino final en Bogotá. Con su carro, ingresó a la Plaza de Bolívar, donde la policía intentó desalojarlo. Sin embargo, él se resistió y bajó los restos de su hijo, colocándolos a sus pies. Este acto conmocionó al mundo, denunciando la verdad detrás de la muerte de Antonio, asesinado a los 29 años por negarse a matar civiles.
Don Raúl desplegó su ejercicio varios años a la avenida Carrera Séptima de la ciudad de la Bogotá. Día tras día, se estacionaba con su carro, para compartir con la sociedad su relato, su dolor y su exigencia por la justicia y verdad sobre el caso de su hijo. Falleció en junio de 2021.
Ángela Salazar (q.e.p.d.)
“Nosotras las mujeres negras, desde el arte y la cultura, estamos diciendo qué nos pasó y que dejó en nosotras lo que pasó”.
Fuente: Consonante
Ángela Salazar fue una conciliadora y defensora de los derechos de las mujeres que dedicó su vida a la dignidad de los afros, las luchas feministas y la práctica de la paz. Nació en 1954 en Tadó (Chocó) y se trasladó a Urabá durante su adolescencia, donde se estableció en una finca bananera y comenzó su trabajo social. Se dedicó a la alfabetización de niños y niñas, y a empoderar a las mujeres, enfrentando la violencia que azotó la región en las décadas de 1980 y 1990.
En su juventud trabajó en campamentos bananeros y, tras la masacre de La Chinita en Apartadó, donde fallecieron 35 personas, tuvo que dejar la zona. Posteriormente, se convirtió en cofundadora del barrio Obrero y fue clave en la creación de la Casa de la Mujer de Apartadó, que hoy lleva su nombre. Su participación en la Junta de Acción Comunal y su liderazgo en la Red de Mujeres de Urabá la destacaron a nivel nacional.
En 2001, Ángela fue seleccionada como representante nacional en la Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP). Su capacidad para recoger información de las mujeres víctimas y visibilizar sus historias contribuyó a que organismos internacionales pusieran atención a la situación de Urabá. A pesar de recibir amenazas por su apoyo a la Ley de Víctimas y su trabajo de visibilización, Ángela mantuvo su compromiso con los derechos de las mujeres, siendo intermediaria para que muchas denuncias llegaran a la atención del Estado.
En sus últimos años de vida, fue integrante de la Comisión de la Verdad, donde fue responsable de dinamizar el enfoque étnico con un profundo compromiso por buscar la paz y justicia, principalmente de mujeres víctimas de las Autodefensas en Urabá, Córdoba y Chocó. Su legado de valentía y dedicación sigue influyendo en la lucha por justicia y reparación en Colombia. e fue comisionada. Su legado de valentía y dedicación sigue influyendo en la lucha por justicia y reparación en Colombia.
Fuente: Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC)
Querubín Queta Alvarado (q.e.p.d.)
“Los Mayores estamos dando a conocer lo que sabemos, lo que somos, nuestra espiritualidad, para defender nuestros derechos, los tres puntos que Dios dejó para la vida: el sol, el agua y la tierra”.
Su comunidad ha padecido un conflicto territorial desde 1985 a causa de la ocupación de externos y el control ejercido por diferentes actores armados, sufriendo diferentes daños y afectaciones por hechos de victimización en el desarrollo del conflicto armado. En este contexto, el Taita Querubín, como era conocido, desempeñó un rol esencial como líder espiritual, político y curaca de la comunidad indígena Cofán1.
Su dedicación a la preservación de la diversidad biológica y su participación en foros sobre salud y conocimiento tradicional reflejan su incansable labor, así como su tenaz esfuerzo por conservar los saberes ancestrales y defender los medios de vida de su comunidad, fueron los medios usados para contribuir a los daños ocasionados por el conflicto.
Junto con su pueblo, lideró la creación del Plan de Vida Cofán, fundamentado en los principios de paz, derechos humanos, igualdad, armonía, preservación de la naturaleza y valores espirituales. El Taita y otros líderes espirituales promovieron el intercambio de conocimientos ancestrales con occidente, una contribución histórica que marcó un hito en la promoción de la comprensión intercultural.
Parte de su legado también incluye la creación de la Fundación Zio-A’I, de la cual fue presidente durante dos años. Además, facilitó la apertura del Subcaso Amazonía y Orinoquía, dentro del Caso 09 de la Jurisdicción Especial para la Paz, que investiga, juzga y sanciona los crímenes cometidos contra los pueblos y territorios étnicos.
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Referencias
*De amor, sangre y vientre: politización de los sujetos victimizados y gestación de una paz transformadora en Colombia.* Diana Marcela Gómez Correal (2024)